miércoles, 13 de junio de 2012

Desde el Sendero...


Hace más o menos un año le dije a Marisú "siento como si hubiera estado navegando en el riachuelo y de repente salté de mi barquito para nadar en la caca". Fue escatológica mi imagen mental, pero no estaba para nada alejada de la verdad de ese momento.

Se ve que no me gustan los caminos fáciles, que si no hay una vuelta de tuerca complicada no me divierto.

Resuelta, convencida y con plena confianza en los Maestros, seguí nadando, sabía que no me mentían, que si me decían que nadando iba a llegar a aguas cristalinas no tenía por qué dudar.
A lo largo y ancho del año pasado (que empezó la primer semana de mayo) no llegué a aguas cristalinas, pero sí mucho menos turbias. Y eso me alentaba a seguir. Llegué a ver patrones disolverse, extasiada en felicidad ví que estaba en un estanque que se había formado, calmo, apacible y casi limpio... había que salir de ahí y seguir.

Saliendo del estanque por un arroyito chiquito, pedregoso e incómodo dí otra vez con el riachuelo. No era un mar de caca, pero  tampoco era cristalino, estaba donde había dejado el año pasado. El nado me llevó a un túnel submarino y menos mal que los Maestros nos enseñan a retener el aliento, se vé que el túnel era una cloaca... y acá estoy otra vez nadando en caca.

Pero sigo confiada, sé que me llevan por donde tengo que pasar y cada una de esas trabas y distracciones del camino son creaciones propias.
Ya no puedo subirme al barquito, está ahí, tentándome todo el tiempo, no lo arrastro, pero me sigue a donde voy... tal vez lo tenga atado de alguna parte del cuerpo y todavía no me di cuenta, me ofrece comodidad. Pero con comodidad no hay trabajo, si no nado no aprendo, si no aprendo voy a tener que volver.

Tal vez el secreto sea volverse agua... y por eso el fuego, para evaporarnos...